Lentamente se está introduciendo en ciertos contextos culturales el paradigma de lo espiritual. La cuestión del espíritu está adquiriendo un peso específico en la reflexión en torno al cuidar. Incluso en culturas pragmáticas y utilitaristas, la cuestión del espíritu está adquiriendo una cierta trascendencia.
Lentamente se está introduciendo en ciertos contextos culturales el paradigma de lo espiritual. La cuestión del espíritu está adquiriendo un peso específico en la reflexión en torno al cuidar. Incluso en culturas pragmáticas y utilitaristas, la cuestión del espíritu está adquiriendo una cierta trascendencia.
Estas páginas invitan a cultivar el pequeño huerto de nuestro corazón, nuestro espíritu. Los verbos a los que se refieren son de acción. Invitan a hacer algo, algo que nos permita descubrir nuestro más genuino ser y el de los demás. Son verbos que humanizan, que es lo mismo que decir que son verbos del espíritu. Porque si algo nos distingue del resto de los seres vivos, es eso: el corazón humano, el espíritu anhelante de encontrar sentido o ser capaz de ponérselo en la cotidianeidad.
Conjugar los verbos que aquí se proponen, es un camino de disfrute de la vida, es decir, un modo de sacarle fruto (dis-frutar). Vivir sin jugo es dejarse vivir. Vivir sin sed es como secarse. Vivir seco es como no sacarle partido a los sabores que nos regalan los acontecimientos, las personas, los sucesos.
Vivir conjugando es vivir. Escuchar, mirar, callar, saborear, acoger, preguntarse, recordar, conectar, perdonar, significar, reinventarse, celebrar, esperar, compadecerse, ternurear (permítase el verbo), cuidar, dejarse cuidar, trascender, descansar… son solo algunas de las acciones más nobles que el ser humano puede hacer. Hay más. Se exploran aquí algunos, como entremés de un menú saludablemente humanizador para una vida cultivada, gozosa, humanizada.